Frente al boom del gas de fracking en Estados Unidos, fuente de energía abundante, barata y menos contaminante que el carbón, las energías renovables (eólica, termosolar y energía solar fotovoltaica) no se dan por vencidas y continúan protegiendo férreamente su territorio.
El segmento del gas natural dentro de la producción de electricidad nacional pasó de 16% en 2000 a 30% en 2012 gracias a recientes avances técnicos en su explotación, y debería alcanzar 35% en 2040.
La preocupación subyacente de este tipo de energía que ya ha visto subrayada entre otros por la Agencia Internacional de Energía desde 2011 es que este nuevo maná frena las inversiones en el sector de las renovables, en particular la solar y la eólica.
Sin incentivos legislativos o financieros, frente a la competencia imbatible del gas de esquisto, no habrá mercados rentables para estas fuentes de energía a corto plazo, temen los expertos, que afirman que se su desarrollo podría verse retrasado durante varios decenios.
Pero por el momento, la explosión del gas de esquisto ha hecho sombra principalmente a las centrales de producción de carbón.
Vecinos más que competidores
El gas de esquisto y las energías renovables “no funcionan tanto como competidores sino como vecinos complementarios”, asegura Dan Arvizu, director del Laboratorio Nacional de Energías Renovables.
Las centrales de gas son por un lado capaces de tomar rápidamente el relevo de la eólica o la solar en la red eléctrica cuando éstas no funcionan y durante los picos de consumo.
Las energías renovables pueden paralelamente servir de garantía contra la inestabilidad de los precios del gas natural, que por ejemplo subieron bruscamente en enero cuando Estados Unidos se congelaba. El futuro del gas esquisto puede también ensombrencerse si surgen legislaciones medioambientales costosas o si los recursos se agotan más rápido de lo previsto.
Una prueba, según Arvizu, de la resistencia del sector de las renovables es que representa un 38% de la electricidad añadida en la red del país en 2013.
Y los poderes públicos no inyectan tanto dinero en este momento como en el de relanzamiento de la economía en 2009, y no se apartan de la rama de investigación y desarrollo, asegura.
Las energías renovables son sin embargo un actor menor porque no representaron más que 12% de la producción de electricidad en 2012, una cifra que debería ascender a 16% en 2040 si las ayudas acordadas actualmente al sector no son reducidas, según la AIE (Agencia Internacional de Energía).
“Estas subvenciones, combinadas con las exigencias impuestas por diversos estados estadounidenses sobre la diversificación de las fuentes de energía permitieron por tanto atenuar el impacto” de la llegada repentina del gas de esquisto al mercado de energía, revela Trevor Houser, autor del libro Fueling Up consagrado a las consecuencias económicas del boom del gas y del petróleo de esquisto.
Imprevisibilidad de las ayudas
Gracias a la ayuda del sector público y a la baja de los precios posibilitada por las nuevas tecnologías, la eólica y la solar son ya competitivas en diversas regiones.
Pero los defensores de la energía renovable se preocupan de la imprevisibilidad de las ayudas al sector, como ocurrió a principios de año con la eliminación del impuesto destinado a incentivar la energía eólica.
“Ciertas personas estiman que si nos hacemos competitivos no necesitamos incentivos financieros”, afirma Todd Forley, del Consejo estadounidense de las energías renovables (Acore). “Pero cuando preparas un proyecto incorporas estas ayudas financieras”.
Mark Little, director tecnológico del conglomerado industrial y gran actor de la eólica GE se queja: “hace 10 años la industria de energías renovables en Estados Unidos aún no era viable, especialmente en el largo plazo, porque los políticos no dejan de cambiar” de opinión. Desde entonces “observamos reveses políticos pero el mercado se ha mundializado”.
Otro cambio positivo: emprendedores inesperados que se lanzan a la aventura, como Google, que invierte en las centrales solares de California y Arizona, señala Todd Foley. “Estamos todavía muy al comienzo en lo relacionado con las capacidades de las energías renovables. En Estados Unidos, la solar representa menos de 1% de la generación de electricidad, y la eólica, que se acerca a 5% todavía tiene espacio para continuar creciendo”.
La preocupación subyacente de este tipo de energía que ya ha visto subrayada entre otros por la Agencia Internacional de Energía desde 2011 es que este nuevo maná frena las inversiones en el sector de las renovables, en particular la solar y la eólica.
Sin incentivos legislativos o financieros, frente a la competencia imbatible del gas de esquisto, no habrá mercados rentables para estas fuentes de energía a corto plazo, temen los expertos, que afirman que se su desarrollo podría verse retrasado durante varios decenios.
Pero por el momento, la explosión del gas de esquisto ha hecho sombra principalmente a las centrales de producción de carbón.
Vecinos más que competidores
El gas de esquisto y las energías renovables “no funcionan tanto como competidores sino como vecinos complementarios”, asegura Dan Arvizu, director del Laboratorio Nacional de Energías Renovables.
Las centrales de gas son por un lado capaces de tomar rápidamente el relevo de la eólica o la solar en la red eléctrica cuando éstas no funcionan y durante los picos de consumo.
Las energías renovables pueden paralelamente servir de garantía contra la inestabilidad de los precios del gas natural, que por ejemplo subieron bruscamente en enero cuando Estados Unidos se congelaba. El futuro del gas esquisto puede también ensombrencerse si surgen legislaciones medioambientales costosas o si los recursos se agotan más rápido de lo previsto.
Una prueba, según Arvizu, de la resistencia del sector de las renovables es que representa un 38% de la electricidad añadida en la red del país en 2013.
Y los poderes públicos no inyectan tanto dinero en este momento como en el de relanzamiento de la economía en 2009, y no se apartan de la rama de investigación y desarrollo, asegura.
Las energías renovables son sin embargo un actor menor porque no representaron más que 12% de la producción de electricidad en 2012, una cifra que debería ascender a 16% en 2040 si las ayudas acordadas actualmente al sector no son reducidas, según la AIE (Agencia Internacional de Energía).
“Estas subvenciones, combinadas con las exigencias impuestas por diversos estados estadounidenses sobre la diversificación de las fuentes de energía permitieron por tanto atenuar el impacto” de la llegada repentina del gas de esquisto al mercado de energía, revela Trevor Houser, autor del libro Fueling Up consagrado a las consecuencias económicas del boom del gas y del petróleo de esquisto.
Imprevisibilidad de las ayudas
Gracias a la ayuda del sector público y a la baja de los precios posibilitada por las nuevas tecnologías, la eólica y la solar son ya competitivas en diversas regiones.
Pero los defensores de la energía renovable se preocupan de la imprevisibilidad de las ayudas al sector, como ocurrió a principios de año con la eliminación del impuesto destinado a incentivar la energía eólica.
“Ciertas personas estiman que si nos hacemos competitivos no necesitamos incentivos financieros”, afirma Todd Forley, del Consejo estadounidense de las energías renovables (Acore). “Pero cuando preparas un proyecto incorporas estas ayudas financieras”.
Mark Little, director tecnológico del conglomerado industrial y gran actor de la eólica GE se queja: “hace 10 años la industria de energías renovables en Estados Unidos aún no era viable, especialmente en el largo plazo, porque los políticos no dejan de cambiar” de opinión. Desde entonces “observamos reveses políticos pero el mercado se ha mundializado”.
Otro cambio positivo: emprendedores inesperados que se lanzan a la aventura, como Google, que invierte en las centrales solares de California y Arizona, señala Todd Foley. “Estamos todavía muy al comienzo en lo relacionado con las capacidades de las energías renovables. En Estados Unidos, la solar representa menos de 1% de la generación de electricidad, y la eólica, que se acerca a 5% todavía tiene espacio para continuar creciendo”.