El turismo es hoy la mayor industria mundial y una de las que más afecta al medio ambiente.
En 2012 más de 1.000 millones de personas viajaron fuera de las fronteras de sus países en viajes de turismo, según la Organización Mundial del Turismo (OMT). Los ingresos del turismo internacional ascendieron a 1.200 millardos de dólares, cifra en la que no se incluyen los pasajes aéreos. El turismo emplea a 255 millones de trabajadores en todo el mundo, es decir, a uno de cada nueve trabajadores y genera cerca del 10,7% del PNB mundial. El turismo supone un 13% de los gastos de consumo, la mayor cantidad después de la dedicada a la alimentación.
El crecimiento del turismo internacional ha sido espectacular: se ha pasado de 25 millones en 1950 a 1.050 millones en 2012. El aumento del nivel de renta y del tiempo libre, unido a la reducción del precio real de las tarifas aéreas, crean las condiciones para que el turismo siga creciendo.
El turismo tiene efectos positivos, pero también negativos. Entre los positivos está la creación de empleo, el incremento de los ingresos económicos, el permitir mayores inversiones en la conservación de espacios naturales, el evitar la emigración de la población local, la mejora del nivel económico y sociocultural de la población local, la comercialización de productos locales, el intercambio de ideas, costumbres y estilos de vida y la sensibilización de los turistas y de la población local para proteger el medio ambiente.
Los posibles ingresos futuros por turismo son una poderosa razón para conservar importantes ecosistemas y algunas especies emblemáticas. Brasil, por ejemplo, puede obtener muchos más ingresos por turismo conservando el Pantanal que los que obtendría con su destrucción, merced a la hidrovía, las plantaciones de soja, la ganadería extensiva y la extracción de oro, y lo mismo cabe decir de la Amazonia, una región aún sin apenas desarrollo turístico. El turismo es una alternativa económica para conservar bosques autóctonos, zonas húmedas, ríos sin presas y litorales, o algunas especies, como los gorilas de montaña en Ruanda, la fauna salvaje en Kenia o los osos en Alaska. Aunque el turismo tiene importantes impactos, en muchos casos éstos son inferiores a los de otras actividades económicas, como la minería, la industria forestal, los monocultivos agrícolas, la ganadería extensiva, los grandes embalses, la extracción de petróleo y carbón o las industrias contaminantes.
El turismo es uno de los pocos sectores intensivos en empleo, y en todo tipo de empleos, desde los más cualificados a los menos, y es una de las pocas alternativas a la destrucción de empleo ocasionada por el cambio tecnológico y la globalización, junto con la reducción de la jornada laboral. Es también un sector donde coexisten desde la gran multinacional a miles de pequeñas empresas familiares. En la próxima década se espera crear más de 100 millones de empleos en el sector turístico en todo el mundo.
Entre los efectos negativos, tan importantes como los positivos, está el incremento del consumo de suelo, agua y energía, la destrucción de paisajes al crear nuevas infraestructuras y edificios, el aumento de la producción de residuos y aguas residuales, la alteración de los ecosistemas, la introducción de especies exóticas de animales y plantas, el inducir flujos de población hacia las zonas de concentración turística, la pérdida de valores tradicionales y de la diversidad cultural, el aumento de la prostitución (turismo sexual), el tráfico de drogas y las mafias, más incendios forestales y el aumento de los precios que afecta a la población local, que a veces pierde la propiedad de tierras, casas, comercios y servicios.
Los flujos turísticos contribuyen al cambio climático, a las lluvias ácidas y a la formación del ozono troposférico, pues los transportes aéreo y por carretera son una de las principales causas de las emisiones de dióxido de carbono, óxidos de nitrógeno y otros gases contaminantes, y a la pérdida de biodiversidad, tanto de forma directa como indirecta. De una forma capilar, el turismo afecta a todo tipo de ecosistemas, desde el litoral destruido por una muralla de hormigón, a las montañas donde se asientan las estaciones de esquí, o, como los Alpes, son invadidas por millones de excursionistas. Los campos de golf son hoy una de las principales atracciones turísticas, con graves repercusiones a causa del consumo de agua y el empleo de plaguicidas. Una región tan árida como Andalucía realiza costosas campañas de promoción del golf en toda la prensa internacional. Prácticamente ningún lugar se salva del turismo, desde la Antártida, donde la presión es cada vez mayor, al Everest, contaminado por centenares de toneladas de residuos abandonados por las múltiples expediciones. Ningún país ni región quiere verse privado de las rentas del turismo, salvo Corea del Norte, Afganistán, Sudán y algún otro país, y probablemente por poco tiempo. El turismo internacional es uno de los aspectos de la globalización, y probablemente uno de los que tendrá mayores repercusiones.
A pesar de que el turismo es una causa importante del deterioro ambiental, es muy poco lo que se ha estudiado, en comparación con otros problemas de mucha menor importancia, y cuando se relaciona con el medio ambiente, se abordan aspectos marginales, como el ecoturismo, que todavía es un mercado incipiente y poco consolidado. Existe una complacencia acrítica, y en la mayoría de las publicaciones y páginas en los grandes medios de comunicación supuestamente de periodismoambiental se promociona esta industria que tanto afecta de forma negativa a la naturaleza, ya sea para captar publicidad o nuevos lectores ansiosos de emplear su dinero y su tiempo desplazándose a nuevos lugares o descubrir una nueva ruta que recorrer, tras desplazarse en automóvil.
Muchas de las campañas de promoción del turismo supuestamente sostenible son meras y hábiles operaciones de imagen, pues el derribo de un hotel obsoleto, un carril bici, la recogida selectiva de residuos o algún equipamiento para ahorrar energía o agua, o lavar menos veces las toallas, no evitarán las graves repercusiones insostenibles del turismo. En primer lugar por los desplazamientos en modos motorizados y todo lo que ello supone, desde infraestructuras (aeropuertos, autovías, aparcamientos, puertos deportivos, carreteras de todo tipo, funiculares, trenes de alta velocidad) a las emisiones a causa del consumo de combustible, más cuando los turistas se desplazan miles de kilómetros en avión. Y en segundo lugar, por las repercusiones en el lugar de acogida, desde la infraestructura de alojamiento, al consumo de agua, energía y otros recursos, ruido y contaminación.
La mayor parte del turismo no es sostenible, y lo más sostenible es lo que aparentemente no lo es. Benidorm, con la gran concentración de hoteles, apartamentos y cerca de medio millón de turistas en el mes de agosto en apenas 12 kilómetros de costa, es mucho más sostenible que ese mismo número de turistas de forma dispersa (el llamado turismo de calidad) afectando a decenas de kilómetros de costa. Puestos a destruir el litoral, cuanto menos se destruya mejor, y las altas densidades permiten reducir los desplazamientos y acometer las inversiones adecuadas en depuración de aguas y tratamiento de residuos. Lo ecológico son los rascacielos. Cuanto más altos mejor, como en la película de Bigas Luna localizada en Benidorm, y lo antiecológico son los chalés y las urbanizaciones dispersas con jardín y piscina individual. Lo más insostenible es ese supuesto turismo rural y de aventura en vehículos 4x4, degradando las zonas que aún no lo están y con los mayores consumos de recursos per cápita, cierto ecoturismoa países lejanos o ese turista del mundo rico que no quiere ser considerado turista, sino viajero o aventurero, como si estuviésemos en la época de Orellana o de Marco Polo, que recorre miles de kilómetros en avión (el modo de transporte con mayores emisiones y consumo de energía por viajero-km) para pasar un par de semanas o el mes de vacaciones en Vietnam, Zimbabue, Namibia, Irán o China.
La mayor parte de la población de los países en desarrollo aún no participa de los flujos turísticos, salvo las élites, pero las cosas empiezan a cambiar en muchos lugares, y se abrirán nuevos mercados en Asia y Latinoamérica para las nuevas clases medias. En 1999 Francia fue el destino más visitado del mundo (70 millones), seguido por España (51 millones), y Estados Unidos el país que registró más ingresos por turismo internacional, mientras que España ocupa un cuarto lugar (unos 30.000 millones de dólares). Los doce primeros países por ingresos turísticos en 1998, según la OMT, fueron los siguientes: Estados Unidos, Italia, Francia, España, Reino Unido, Alemania, China, Austria, Canadá, Australia, Polonia y México. La participación de América Latina en el turismo mundial es aún pequeña, pero crece rápidamente. Cuba ha duplicado el número de turistas desde 1995, aunque México es el primer destino turístico. La región mediterránea, con 46.000 km de costa, es el principal destino turístico mundial, con cerca de 180 millones de turistas y 6 millones de camas hoteleras, y es también donde se registra un mayor deterioro ambiental. En Italia el 43% del litoral está totalmente urbanizado y el 28% parcialmente.
El turismo en España
España es la cuarta potencia turística mundial por ingresos de divisas y segunda por número de visitantes, y probablemente la primera en ingresos netos de divisas. En 2012 hubo 57 millones de turistas extranjeros propiamente dichos, más que habitantes. Según la OMT siete de cada 100 turistas eligieron España como destino. Somos la California de Europa, estamos al lado del mayor mercado emisor (el 70% de los turistas internacionales son europeos), la accesibilidad es cada vez mejor por avión y en automóvil privado, y los competidores se ven amenazados por el integrismo (Egipto, Argelia…), la inestabilidad y la seguridad ciudadana (casi toda África, algunos países latinoamericanos y asiáticos) o los conflictos civiles. El único gran competidor en el turismo de sol y playa es el Caribe. La fórmula española se basa en las cinco eses: sun, sex, sea, sand y sangría. Para el 2020, según la OMT, España recibirá 71 millones de turistas, un 40% más que en 1999, ocupando según las previsiones de la OMT el cuarto lugar mundial, tras China (137 millones), EE UU (102,4 millones) y Francia (93,3) y por delante de Italia, Reino Unido, México, Rusia y la República Checa.
El número de establecimientos hoteleros en España asciende a 13.800, con un total de 569.802 habitaciones que suponen 1.087.529 plazas hoteleras, aproximadamente el 4,7 por ciento de la oferta mundial. España cuenta con 226.081 bares y cafeterías, 58.886 restaurantes, 13.800 establecimientos hoteleros, 125.000 apartamentos turísticos, 2.992 centrales de agencias de viaje con un total de 3.574 sucursales, 1.171 cámping, 226 puertos deportivos, 176 campos de golf, 112 estaciones termales y 28 estaciones de esquí. Y la oferta sigue aumentando cada año.
El modo de transporte más utilizado por los turistas internacionales que nos visitan fue el avión (71%), seguido del transporte por carretera (25%), y el resto llegó por vía marítima o ferrocarril. Además de los visitantes extranjeros, hay que destacar que la mayoría de los españoles pasan sus vacaciones en España. En 1999 España ingresó por turismo 5 billones de pesetas, mientras que los gastos de los españoles en el exterior no llegaron al billón; los ingresos netos fueron por tanto de más de 4 billones de pesetas (cerca de 23 millardos de dólares).
El turismo interior y exterior representa el 11% del Producto Interior Bruto (PIB), y aporta cerca de 1,6 millones de empleos (el 11% de la población ocupada total). El 80% del turismo se dirige a la costa, lo que convierte a las playas en uno de los pilares básicos de la economía española, frente al 20% del interior. Muchas playas pueden desaparecer por el cambio climático.
La ecotasa y el turismo sostenible
El desarrollo turístico debe ser sostenible a largo plazo, viable económicamente y equitativo, desde una perspectiva ética y social para las comunidades locales. El turismo más sostenible es el que se hace en casa, leyendo un libro, delante del televisor o conectado a Internet, o paseando por el barrio. Pero como en el mundo real el turismo es un fenómeno de masas, que responde a necesidades reales y creadas, y que cada vez tendrá más importancia, por el aumento del nivel de renta y de tiempo libre, y además las poblaciones beneficiadas necesitan fuentes de ingreso y empleo, conviene encauzarlo y regularlo, con el fin de reducir sus repercusiones globales (emisiones del transporte aéreo y por carretera) y locales (pérdida de biodiversidad, degradación de recursos) y asegurar su sostenibilidad.
La búsqueda de rentabilidades inmediatas, permitiendo la masificación y la destrucción de los recursos que atraen al turista (playas, paisajes, naturaleza, monumentos o cultura local), deteriora en unos pocos años la fuente de ingresos, como han empezado a comprender en Baleares, donde la administración regional quiere implantar una ecotasa o impuesto ecoturístico, que gravará, previsiblemente a partir del año 2001, las estancias en hoteles y apartamentos de los 10 millones de turistas con un impuesto diario de 2 a 0,25 euros (de 333 ptas a 42 ptas). La ecotasa prevé recaudar 12.000 millones de pesetas al año y servirá para que el gobierno balear financie la mejora de zonas turísticas y la recuperación de espacios rurales y naturales. El PP y los principales empresarios y turoperadores rechazan la ecotasa.
Las ecotasas turísticas, si se destinan a solucionar los problemas ambientales que causa el turismo (impuesto finalista), puede tener efectos positivos en el empleo y en el medio ambiente, según la Unión Europea. A largo plazo, si no se frena la degradación ambiental, se acabará con el propio turismo, y de ahí la tristeza que produce la campaña demagógica lanzada por el Partido Popular y algunos empresarios del sector contra la ecotasa. Las ecotasas son uno de los principalers instrumentos para asegurar la sostenibilidad del propio fenómeno turístico.
La ecotasa puede frenar el crecimiento de la oferta turística, ante las consecuencias de la masificación, fenómeno que ya afecta a la mayor parte del norte del litoral mediterráneo. Baleares, con una población estable de 797.000 habitantes, cuenta con 390.000 plazas turísticas y recibe anualmente diez millones de turistas, casi todos por avión, el modo más contaminante. Se ha recomendado introducir el concepto de capacidad de cargaen la industria turística, limitando su número, especialmente en las zonas sensibles, como parques nacionales y reservas protegidas. El Ministerio de Medio Ambiente debería preparar un auténtico Plan de Turismo Sostenible, que vaya más allá de un catálogo de buenas intenciones.
Las repercusiones globales del turismo se pueden reducir aumentando la fiscalidad ecológica sobre los combustibles, especialmente el queroseno (combustibles de los aviones), el gasóleo y la gasolina y otros recursos, como el suelo, el agua o los residuos que se vierten. El medio ambiente con precios entra, y sin instrumentos fiscales no se cumplen los fines.
A nivel local se pueden formular las siguientes recomendaciones:
1. Promover la producción local y ofrecer alimentos de la zona, a ser posible ecológicos y sin productos químicos (plaguicidas, abonos químicos, aditivos), así como elaborar menús regionales.
2. Reducir y minimizar la generación de residuos: elegir envases retornables, rechazar productos con envoltorios superfluos y destinar los residuos orgánicos a la producción de compost. Utilizar papel reciclado y blanqueado sin cloro en los folletos turísticos, eliminar el PVC y organizar la separación en origen, la recogida selectiva y el reciclaje. Aumento de los impuestos sobre los envases.
3. El turista medio en España consume 440 litros diarios de agua, que llegan a 880 litros en los hoteles de lujo, y además este consumo se produce en los meses más secos. La importancia de ahorrar agua es clave. Utilizar tecnologías eficientes en grifos y retretes, construir instalaciones para recoger el agua de lluvia, cambiar las toallas y sábanas sólo cuando sea necesario, usar plantas autóctonas en los jardines e informar a los clientes sobre la necesidad de ahorrar agua. Paralizar la construcción de nuevos campos de golf. Promover pocas y grandes piscinas públicas frente a muchas pequeñas piscinas individuales, con una política de precios del agua que grave los consumos excesivos.
4. Depurar las aguas residuales y reutilizarlas para el riego del césped o la agricultura, tal como hace Benidorm, por ejemplo. No abusar de los detergentes de limpieza con agentes químicos y fosfatos. Nuevos impuestos sobre los productos tóxicos.
5. Ahorrar energía: usar paneles solares para calentar el agua sanitaria y energías renovables (eólica, minihidráulica, fotovoltaica) para producir electricidad. Optar por electrodomésticos y bombillas fluorescentes compactas de bajo consumo y vigilar el correcto aislamiento térmico y acústico de los edificios. Prioridad a los ventiladores frente a los despilfarradores aparatos e instalaciones de aire acondicionado.
6. Construir de manera ecológica y respetuosa con el paisaje y el medio ambiente. Hacer uso de materiales locales de producción propia, no tóxicos y aptos para el reciclaje. Adaptarse a la arquitectura tradicional. Promocionar la arquitectura bioclimática, y la alta densidad con mezcla de actividades frente a la urbanización dispersa. Urbanismo, viviendas y materiales deben igualmente adaptarse al clima local, reduciendo, por ejemplo, los consumos de electricidad en refrigeración en los meses punta de julio y agosto. El arbolado, las ventanas pequeñas, el uso de persianas y contraventanas, los patios interiores con fuente, el encalado de fachadas, el aislamiento térmico y acústico o los muros gruesos, aseguran el confort térmico sin requerir aparatos de aire acondicionado, que son enormes devoradores de electricidad. Una política de precios altos de la electricidad, con una fiscalidad ecológica, eliminaría el despilfarro.
7. Evitar el tráfico de vehículos privados. Promover el transporte público, el senderismo, el uso de bicicletas y el montar a caballo. Fomentar la peatonalización de los cascos urbanos. Reducir el ruido, y obligar a cumplir la normativa a bares y discotecas. Y por encima de todo reducir la distancia de los desplazamientos en transporte aéreo y en vehículo privado. Promocionar el turismo local frente al internacional, y procurar que los desplazamientos en modos motorizados sean lo más cortos posible. Una política fiscal que grave la gasolina, el gasóleo y el queroseno, ayudarán a cumplir estos fines.
8. Respetar la cultura local. Preservar los monumentos, tradiciones, artesanía y la fauna y flora. Proteger y regenerar los espacios naturales. Frenar la especulación urbanística y la construcción de grandes infraestructuras, como autovías, embalses, puertos deportivos o aeropuertos.
9. Evitar las actividades de ocio que sean nocivas para la naturaleza, como las motos de trial, los 4X4 y las ruidosas, peligrosas y contaminantes motos acuáticas. Promover las excursiones que permitan conocer mejor la flora y la fauna y los paisajes locales. No comprar animales o plantas como recuerdo.
10. Respetar a la población autóctona. Facilitar el contacto entre los viajeros y la población receptora. Rechazar los guetos turísticos. Planificar para que el turismo beneficie a toda la población local.
Referencias
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