Hace casi cinco años, mientras su aldea del norte de Kirguistán soportaba apagones diarios, del garaje de Sabyr Kurmanov siempre salían rayos de luz, procedentes de su incubadora de huevos, un artefacto de 12 voltios alimentado por algo que él y sus vecinos tienen en abundancia: viento.
Kurmanov no es ecologista, pero sabía que no podía depender de la maltrecha red nacional de energía para obtener un suministro eléctrico estable. “Incubar huevos requiere una luz y una temperatura estables”, explicó.
Él mismo creó la turbina. Las partes de la incubadora con capacidad para 60 huevos cuestan menos de 300 dólares.
“Mi negocio es el único de Kochkor que trabaja todo el día”, bromeó.
Por estos días, Kurmanov, pequeño empresario y exingeniero, inspira a sus vecinos. Cada verano los ayuda a usar bombas alimentadas a energía solar para extraer agua limpia del suelo.
Pero aunque ha aumentado el interés del público en las fuentes alternativas -disparado principalmente por la actual crisis energética- la electricidad subsidiada, cuando funciona, opera como un desincentivo para que las empresas locales inviertan en opciones por fuera de la red.
Los precios en Kirguistán son los más baratos de Asia central. Y conscientes del destino del expresidente Kurmanbek Bakiyev, quien fue derrocado poco después de imponer un drástico aumento en las tarifas de las empresas públicas en 2010, los actuales dirigentes del país se muestran cautos a la hora de subir esos precios. Esto pese a que el Banco Mundial pronosticó que este invierno boreal empezaría un prolongado déficit en el suministro.
Igor Kuon trabajó 14 años en el sector hidroeléctrico estatal y ahora lidera Inkraft, una empresa que vende unidades hidroeléctricas de pequeña capacidad y paneles solares. De este modo, estuvo en el lugar justo para observar el “deterioro de la energía nacional”.
Cuando su compañía empezó a trabajar en fuentes renovables, en 2003, sus servicios no tenían mucha demanda, dijo a EurasiaNet.org.
“La energía era abundante y barata. La red (nacional) no estaba bien manejada pero mantenía parte de su antigua capacidad. Los equipos estaban en mejores condiciones. Algunos especialistas se habían ido (de Kirguistán), pero no todos”, explicó Kuon.
Sin embargo, desde entonces la rápida degradación de la infraestructura física y la mala administración se cobraron sus víctimas.
“Para cuando Bakiyev llegó al poder (en 2005), buena parte de la infraestructura estaba arruinada… Pocas personas empezaron a darse cuenta de que la energía barata solo es útil si existe”, dijo Kuon.
Según expertos de la industria, Kirguistán estaría listo para una campaña a favor de las fuentes renovables si se invirtiera en ellas.
El país disfruta de un promedio de 270 días soleados por año, y solo Tayikistán y Rusia tienen un potencial hidroeléctrico más significativo entre los expaíses soviéticos, dijo Edil Bogombayev, quien coordina un proyecto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que ayuda a construir pequeñas centrales hidroeléctricas (de entre cinco y 300 kilovatios) para hogares rurales y comunidades que viven cerca de ríos.
Según Bogombayev, una unidad hidroeléctrica de cinco kilovatios puede abastecer a una pequeña granja, pero como la construcción y la instalación cuestan varios miles de dólares, esas iniciativas son mayoritariamente financiadas por donantes. La energía por fuera de la red equivale a menos de uno por ciento del total producido y consumido en Kirguistán, dijo.
Iniciativas pequeñas financiadas por privados, como la incubadora a energía eólica de Kurmanov, y operaciones comerciales mayores, como el establecimiento de productos lácteos ubicado en la occidental localidad de Belovodsk que funciona con 500 kilovatios de energía hidroeléctrica, son las excepciones más que la regla.
Aunque los implacables problemas presupuestarios significan que el gobierno dispone de escaso efectivo para destinar a las energías alternativas, hay esperanzas de que las enmiendas a la Ley sobre Energías Renovables estimulen las inversiones privadas en centrales hidroeléctricas de baja capacidad.
Como reflejo de una tendencia mundial, las enmiendas aumentaron las tarifas que los productores de energía pueden embolsarse al vender el excedente de electricidad a la red nacional, medida que puede ayudar a aliviar el estrés sobre el sistema. Los reguladores todavía evalúan los detalles.
Bogombayev considera que las inversiones extranjeras en energías renovables son cruciales para reducir el riesgo energético de Kirguistán, destacando el interés de Mecamidi, firma con sede en la francesa Toulouse, en construir y renovar minicentrales hidroeléctricas en el norte del país.
Reconoció, sin embargo, que la inestabilidad en Bishkek es un elemento disuasor. “Los inversores reaccionarán según la situación política”, dijo.
No obstante, pese a la caída de precios que se produjo en los últimos años, actualmente no es realista pensar en operaciones comerciales plenamente verdes, señaló a EurasiaNet.org una empresaria hotelera en Cholpon-Ata, una localidad ubicada sobre la costa del principal centro turístico del país, el lago Issyk-Kul.
La hotelera, quien insistió en mantener su anonimato por temor a perjudicar las gnancias, estima que su edificio de 15 habitaciones genera casi 6.000 dólares al año en facturas de servicios públicos.
“Tengo seis calentadores solares de agua chinos, cada uno de los cuales cuesta 500 dólares y calienta 150 litros. Pero hacer funcionar a todo el hotel con infraestructura solar costaría 25.000 dólares. Insumiría casi cinco años” recuperar esa suma, planteó.
En contraste, en lugares donde la energía es cara, por ejemplo Escandinavia, los usuarios de artefactos solares están preparados para esperar hasta siete años a que el capital que invirtieron les dé réditos, observó Kuon, el director de Inkraft.
La reticencia kirguisa se explica por “la falta de ahorros y la mentalidad local”, explicó. Las personas son cautas a la hora de invertir a largo plazo en cualquier cosa a causa de la actual inestabilidad política.
“Si la electricidad cuesta (0,015 dólares) por kilovatio/hora, ¿por qué invertir su propio dinero en energía solar?”, preguntó Kuon. “La gente esperará que el sistema colapse”.